miércoles, 22 de enero de 2014

UNA IDEA DISOLVENTE

Ciertos señores huyendo
del calor extraordinario
que dentro de Zaragoza
suele sentirse el verano,
a su magnífica torre
marchaban todos los años,
donde gozaban tranquilos
de las delicias del campo.
A su llegada, los dueños
pidiéronle al hortelano,
que de la huerta buscase
un mozo listo y honrado,
para que diariamente
les hiciese los recados.
-No hay que correr mucha tierra
-dijo el hombre- pa encontralo,
(mostrando vivos deseos
de complacer a sus amos).
Como mi chico, denguno
más aparente pa el caso,
que es más astuto que el hambre
y más ligero que un gamo.
La fineza del baturro
los señores aceptaron,
y desde entonces, el chico
comenzó a hacer de ordinario
ganándose al poco tiempo
la voluntad de sus amos.
Al hacerle una mañana
la señora los encargos,
díjole al mozo:
- Te entrego
este cestico de mano,
para que traigas en él
una libra de esponjados.

Con la exactitud de siempre
cumplió su misión Nicasio
( que éste era el nombre de pila
del hijo del hortelano).
Sin perder ni un sólo instante
hizo todos los encargos,
arregló bien el cestico
que exigía gran cuidado,
y satisfecho volvióse
para dar cuenta a sus amos....
Hacía un calor terrible;
sin nubes en el espacio,
Febo lanzaba a la tierra
todo el ardor de sus rayos
¡ Cómo aprietas hoy, indino !
- le decía al sol, Nicasio-,
Gracias que a mí no me importa,
que hace tiempo que te trato,
más, si se quiere, lo siento
por los boladicos, maño,
porque como no te anubles,
me paice diquiá un rato
se regalan y me quedo
solico con el canasto.
En estas cavilaciones
marchaba el pobre Nicasio,
cuando un tranquilo arroyuelo
divisó a los pocos pasos,
y se le ocurrió una idea
para salvar el encargo.
Sin detenerse a pensar
si sería bueno o malo
sumerge con cuidadico
varias veces el canasto,
y satisfecho de su obra
se decía por lo bajo:
Bay, con este remojete,
ya tienen frescor pa un rato.

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Siguió el mozo su camino

el sol seguía picando
y el cesto se remojaba
siempre que había agua a mano.
Llegó por fin a la torre
y ¡oh sorpresa de los amos,
cuando al destapar el cesto
los señores observaron
el estado lastimoso en
que venía el encargo.
¡ Animal ! ¿ qué es lo que has hecho?
-decíanle incomodados-
-No hi tenido yo la culpa,
siñores -dijo el muchacho-;
si aun así se han derretío
no ha sido pol no cuidalos
porque dende Zaragoza
los hi ido refrescando.

SIXTO CELORRIO GUILLÉN
(1871-1924)




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