jueves, 10 de octubre de 2013

Cien sonetos de amor (XXXIX)

   PERO olvidé que tus manos satisfacían
las raíces, regando rosas enmarañadas,
hasta que florecieron tus huellas digitales
en la plenaria paz de la naturaleza.

   El azadón y el agua como animales tuyos
te acompañan, mordiendo y lamiendo la tierra,
y es así como, trabajando, desprendes
fecundidad, fogosa frescura de claveles.

   Amor y honor de abejas pido para tus manos
que en la tierra confundes su estirpe transparente,
y hasta en mi corazón abren su agricultura,
de tal modo que soy como piedra quemada
que de pronto, contigo, canta, porque recibe
el agua de los bosques por tu voz conducida.

PABLO NERUDA
1904-1973

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