jueves, 11 de octubre de 2012

BASÍLICA DEL PILAR (ZARAGOZA)



Tras la toma de Zaragoza en 1118 por Alfonso I el Batallador, el Obispo Don Pedro de Librana reedificó el templo que ya era una ampliación de la anterior capilla construída en tiempos apostólicos con motivo de la venida de la Virgen del Pilar, según la conocida tradición. Probablemente era de estilo románico y su único resto sea el tímpano empotrado en la fachada del actual edificio. En 1434 ardió y únicamente se salvó la imagen de la Virgen y algunos muros. La reconstrucción la inició Doña Blanca de Navarra, hasta que el dinámico Arzobispo Don Hernando de Aragón mandó construir una notable iglesia gótica de una nave y dedicada a Santa María la Mayor. Por razones poco conocidas se prescindió del nuevo edificio y en 1681 se puso la primera piedra de un renovado y azoroso proyecto, con un exterior de ladrillo sin decoración, que cerraba una sala rectangular de tres naves con numerosas capillas, cortadas por siete transversales y la del crucero. El edificio se remató con cuatro esbeltas torres y profusión de cúpulas sobre las naves a fin de aumentar la altura del techo, excesivamente bajo según la opinión del pueblo zaragozano que fue quien con sus aportaciones sufragó una gran parte de la obra. En constraste con la sobria arquitectura interior, los materiales ornamentales son de una riqueza extraordinaria, uniendo al legado de los anteriores edificios el arte de innumerables maestros: Ventura Rodríguez, Damián Forment, Hans de Suabia, Agustín Pardo, Tomás Celma, Guillermo Salvá, José Alegre, Morlanes y una interminable lista de artistas y obras que culmina con los memorables frescos de los hermanos Bayeu y Goya.

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